
Últimamente, TikTok se ha convertido en la nueva pasarela de las verdades incómodas de la industria de la moda. De hecho, por ahí les tengo un post con 5 facts sobre la moda colombiana, pero ese es otro cuento. Lo importante es que en las últimas semanas, varias fábricas chinas empezaron a publicar videos mostrando cómo producen productos idénticos para marcas de lujo y fast fashion, mientras esas marcas los venden a precios ridículamente altos. Y no, no estamos hablando solo de Shein (aunque también hay clips diciendo que hasta Shein puede conseguirse más barato… ¡IMAGÍNENSE ESO!), sino de casas de lujo que amamos bastante.
Las fábricas chinas están diciendo: “nosotros hacemos el trabajo duro, ellos solo le pegan el logo”. ¿Y saben qué? Presuntamente, no están mintiendo.
Mientras todo esto arde en TikTok, Estados Unidos intenta cortar lazos con la producción china. Están presionando a las marcas para que dejen de fabricar en regiones como Xinjiang, por temas de derechos humanos, y promoviendo una “desinversión estratégica” de empresas estadounidenses en fábricas chinas. Todo bajo una bandera moral… pero también (y sobre todo) con fines económicos: quieren frenar el crecimiento brutal de China como potencia.
Pero mientras EE.UU. se pone difícil, China no se quedó quieta. Al contrario, duplicó su inversión en diseño, tecnología y en el desarrollo de marcas propias. Y no hablo por hablar: en la última Semana de la Moda de Nueva York, los diseñadores chinos se robaron el show. Nombres como Shushu/Tong o Angel Chen no solo crecen, sino que ya están marcando el ritmo. China compite —y no solo como fábrica—, sino como creador de tendencias. Lo que pasa es que por mucho tiempo no los estábamos viendo bien.
Ahora, vamos a lo que nos interesa: ¿realmente un bolso de 3.000 dólares vale eso porque está mejor hecho? Muchos de esos productos vienen de las mismas fábricas que producen para marcas de gama media. Lo que cambia es el empaque, la historia que nos venden y el branding.
Un ejemplo clarísimo: hace un tiempo se viralizó el caso de Dior, donde una investigación reveló que la marca vendía un bolso por 2.800 dólares, mientras que su fabricación —a través de un proveedor subcontratado— costaba solo 57 dólares. Sí, ajá! leyeron bien: un margen de ganancia de más de 4.800%. Imagínense ustedes la diferencia.
El problema no es que “China hace cosas malas”. El problema es que las marcas occidentales quieren márgenes absurdos, sin contarnos la historia completa, y bueno si, así funcionan los negocios, pero es increíble que pensáramos que “Lo Chino era sinónimo de mala calidad”
Y ahora, hablemos de lo nuestro.
Este sacudón es una oportunidad de oro para Latinoamérica. Las marcas globales están buscando nuevas fábricas fuera de Asia. ¿Por qué no Colombia? Tenemos diseñadores brillantes, un legado textil histórico y un mercado local cada vez más orgulloso de consumir lo propio. Lo que falta es organización, inversión… y creérnosla no solo como maquila sino como el foco que hemos sido durante años para el mundo con creadores como Paula Mendoza, TRUE, Daniela Salcedo, Johanna Ortiz, Marargent, Undergold, Silvia Tcherassi, entre otros ¿Si notan la variedad? Es absurdo!!!!
Y si miramos más allá, tenemos algo que ni China ni USA pueden replicar: identidad, trabajo artesanal y un valor cultural profundo que atraviesa nuestras piezas. Eso se ve en el trabajo de diseñadores como Manuela Álvarez, Juan Pablo Socarrás, Verdi y tantos otros que están haciendo moda con propósito y raíces. Cada día cobra más valor apoyar el talento local, y eso no es una moda: es el futuro y de hecho el presenten también. Empecemos a dejar de vernos como solo “productores” o “creativos”, y empezar a vernos como protagonistas globales.
Así que sí, lo que está pasando entre China y EE.UU. nos afecta. Pero también nos abre un espacio para crear algo nuevo, más justo, más transparente… y más nuestro.
Y esto no solo aplica para Colombia. También para México, Brasil, Perú y toda Latinoamérica. La pregunta es: ¿vamos a aprovechar el momento?