
Lo lindo que es volver aquí, volver a escribir en este espacio que tanto me ha dado y que, literalmente, me ha visto crecer.
No podía regresar de otra forma que explicando por qué tanta inconstancia en esta página, en mi carrera y hasta en mis redes sociales. No les hablaré de manera médica o técnica porque sería demasiado irresponsable; solo quiero que se sientan como si fueran uno de mis mejores amigos y contarles el chisme de lo que ha sucedido.
Básicamente, me fui a la miércoles. Sí, en resumidas cuentas, eso pasó. Y mucha gente se preguntará: “Dani, ¿cómo así? ¿Pero si técnicamente estabas en tu mejor momento?” La respuesta es que sí… y que no. No entiendo qué pasó. O sea, sí sé que pasaron muchas cosas, pero a pesar de mil terapias y métodos médicos y holísticos que probé para sanar, jamás entenderé el porqué de muchas de ellas.
Sin embargo, estoy aquí para contarles mi historia porque sé que muchos de mis amigos han pasado o están pasando por lo mismo. Y, ¿saben qué? Nadie habla de esto. Nadie habla de cómo estas industrias te atrapan y se aprovechan de la pasión que sientes por ellas. Nadie habla de la gente que te encuentras en el camino, de la envidia, de los sueños frustrados de los demás que terminan proyectando en ti, haciéndote odiar aquello que tanto amabas. En mi caso, la moda.
Para devolvernos un poco en el tiempo, yo ya venía jodida desde que me cambié de universidad. Simplemente, empecé a sentir cosas que no podía controlar, pero que con los años aprendí a omitir… hasta que llegó la pandemia. Después de eso, empecé a viajar muchísimo a Medellín por trabajo. Fue mi éxito total. Hablemos de más o menos tres años en Medellín que, si bien me dieron muchísimo, también me destruyeron. No tener una rutina, no tener un hogar en el que pudiera descansar, tantas horas sin dormir, no comer bien, el estrés… Todo eso hizo que la depresión y la ansiedad se apoderaran de mí. Era absurdo porque mientras en redes me veían publicando mis proyectos, en la vida real los ataques de pánico antes de cada uno —y antes de subirme a un avión— eran constantes.
Nunca había hablado de este tema porque siempre me dijeron que algunas personas se alegrarían de verme mal. Y sí, vaya que lo he vivido. Pero, hoy en día, no me interesa. Creo que es algo de lo que hay que hablar. No puedo darte soluciones para un burnout o para todo lo que pasa por nuestra cabeza, pero sí puedo decirte que no eres el único. Que la mayoría de las personas que ves brillando en redes están igual de jodidas que tú (o peor). Solo que, recuerden, uno siempre muestra la parte bonita. Y eso también está bien.
Ahora, el chisme: me pasaron tantas cosas… amorosas, laborales, me robaron, etc. Jajaja, de todo un poco. Pero, sinceramente, hoy en día, después de aprender a llevar mi vida de otra forma, me doy cuenta de que todo eso es irrelevante. Es como si entendieras por qué la vida tomó ese camino para ti. Y ustedes dirán: “¿En la industria, Dani? ¿Por qué?” Y es que esta industria no es nada fácil. Muchas veces no la pasas bien. Y no hablo solo de mí o de otros stylists; hablo de fotógrafos, maquilladores, directores de arte, modelos… Y sí, aunque no lo crean, hasta los chicos de luces que ves tan rudos también tienen momentos en los que no encuentran una salida más que cambiar de profesión.
Esto pasa por muchos factores, y quizá me falten algunos, pero aparte de los problemas personales, en el trabajo puedes vivir guerras de egos, maltrato verbal y psicológico, falta de compromiso en los pagos… Si exiges lo justo (hasta por ley), te dejan de llamar para proyectos. Y así sucesivamente. Estos son factores que han hecho que amigos míos abandonen la industria por completo, algunos incluso al borde del suicidio. Y, ¿acaso quién habla de esto?
Hago este artículo porque, más allá de darles una respuesta, quiero decirles que si están pasando por algo parecido, si están odiando aquello que eligieron para su vida, aquello que tanto amaban, no están solos. Es, de alguna forma, un abrazo virtual. No sé qué tanto sirva, pero a mí me encanta escuchar experiencias para no sentirme tan boba en mis procesos.
Mi conversación constante con mis amigos es: “¿Todavía amamos esto?” Y mi respuesta es: “Me estoy volviendo a enamorar”. Porque sí, lo odié. Lo odié con todo mi corazón. De hecho, paré por meses sin que nadie se diera cuenta. Era un karma para mí salir a buscar ropa, crear, estar 14 horas en un set… donde mi parte favorita era cuando decían “¡Fuera del aire!”. Pero entendí que eso fue parte de un momento de oscuridad en el que terminé metida por muchos factores. Y hoy puedo decir que sí se sale. Es que no más miren mi Instagram, jajaja, se nota en mis años de no pasarla bien.
Lo que me animó a todo esto fue volver a mi color de cabello de siempre, volver a vestirme como me gusta sin pensar tanto, volver a enamorarme de cada proyecto, volver a sentir esas ganas de que mis clientes queden felices… En fin.
Mi forma de volver a enamorarme de todo fue simplemente parando. Dándome mi espacio, mi tiempo e ir en busca de inspiración. Volver a mis raíces, aunque suene súper cliché. No caer en lo que hace todo el mundo solo porque es tendencia. Pude haber dicho todo esto en un TikTok, pero ¿a quién engaño? Amo escribir.
No sé cuántos leerán esto mientras intento revivir esta página, pero espero que llegue a las personas que realmente pueda ayudar de alguna forma.
Si quieren hablar del tema, si necesitan algún consejo o algo en lo que les pueda aportar, no duden en escribirme. Suena cliché también, pero jamás estamos solos.